La Experiencia Rosario – Enrique Pichon Riviere
La Experiencia Rosario – Enrique Pichon Riviere. Durante 1958 Pichón Rivière dirigió la llamada «Experiencia Rosario». Esta se realizó a través del Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES) creado por E. Pichón Rivière y Gino Germani con la colaboración de la Facultad de Ciencias Económicas, el Instituto de Estadística de la Facultad de Filosofía y su reciente Departamento de Psicología y la Facultad de Medicina en Rosario. Fue un largo y productivo fin de semana de trabajo.
El objetivo explícito era una experiencia de laboratorio social, de trabajo en comunidad, con el empleo de ciertas técnicas y la aplicación de una didáctica interdisciplinaria en una ciudad del interior del país. Uno de los participantes, el Dr. Fernando Ulloa dijo que «fue la marca más temprana, para mí y para los que ahí estábamos, de las experiencias comunitarias explícitas».
Para realizarla E. Pichón Rivière había preparado previamente el equipo de trabajo mediante técnicas grupales. A la vez, en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe y en otros lugares concurridos por estudiantes se había publicitado la realización de la experiencia mediante afiches.
El viaje a Rosario del equipo de Coordinadores fue en tren. Eran en su mayoría novatos en la tarea a realizar. Casi todos psicoanalistas discípulos de E. Pichón Rivière dentro de la APA: David Liberman, Fernando Ulloa, José Bleger, Edgardo Rolla, entre otros. Tenían todos mucha confianza en E. Pichón Rivière pero, en el tren pedían y pedían más precisiones. Así manifestaban sus temores y dudas, entonces E. Pichón Rivière contestó mordazmente: «Si cuando tomemos el tren de vuelta nos tiran con bosta, quiere decir que cuando un grupo como éste hace en Rosario lo que terminemos haciendo, al irse le tiran con bosta». Parece que, con esa respuesta, tranquilizó al grupo.
Fue el mismo E. Pichón Rivière quién abrió la reunión general en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Económicas con una disertación sobre el significado de la experiencia hablando, entre otros temas, de la enigmática kakistocracia aludiendo, elípticamente, al posible resultado de la experiencia.
El público era numeroso y, desde su composición, heterogéneo: constaba de casi mil participantes para discutir con las técnicas que iba a utilizar el equipo. Había desde estudiantes y profesores universitarios, hasta boxeadores, pintores, corredores de seguro, obreros del puerto, empleados de comercio, amas de casa, algunas prostitutas, etc.
Luego se agruparon para la primera sesión de grupos heterogéneos, elegidos algunos al azar y otros por orden de llegada, con un coordinador y uno o dos observadores que registraban todo cuanto sucedía. La tarea del coordinador era actuar como orientador, favoreciendo la comunicación intragrupal y tratando de evitar la discusión frontal. La situación trajo ciertas complicaciones por lo novedosa. En este sentido Fernando Ulloa relató: «En uno de mis grupos, una mujer joven bastante alterada psicológicamente, a la par que muy querida por varios amigos que integraban la experiencia, explícitamente para acompañarla, se constituyó en el centro de todo el trabajo. La situación por momentos era difícil, por la firme intención que me animaba de no crear engendros seudo terapéuticos ni eludir la emergencia.
“Para el criterio de esta persona y de sus acompañantes no existían en Rosario psicoterapeutas idóneos para atenderla; por eso sus amigos habían insistido en acompañarla, visualizando el encuentro como una oportunidad terapéutica. Recuerdo haber manejado la situación a partir de una idea que había escuchado formular un tiempo antes a David Liberman, integrante de la Experiencia Rosario. Propuse que un grupo de novatos organizados en un funcionamiento adecuadamente heterogéneo, donde las singularidades personales no se anularan entre sí, podía lograr, pese a su condición novata, la eficacia de un veterano»
Vemos por un lado que tener a un equipo de psicoanalistas suscitaba fantasías terapéuticas notorias como en este caso. Por otro, como planteaba Fernando Ulloa, se concentraba la ideología grupal operativa de Pichón Rivière: frente a una máxima heterogeneidad de los componentes se podía lograr una máxima homogeneidad en la tarea.
Luego el equipo coordinador se reunió con el propósito de revisar la tarea realizada hasta ese momento, a lo que siguió una segunda sesión de los grupos heterogéneos con los mismos participantes, tomando en cuenta lo analizado previamente. A posteriori se realizó una nueva reunión de los coordinadores para controlar el nuevo material. Con estos datos E. Pichón Rivière volvió a exponer ante el público en el Aula Magna. Pero con una diferencia fundamental, el público había crecido en número y, además, comenzó a funcionar como un grupo amplio, a través del trabajo sobre los temas emergentes; para proseguir se formaron grupos homogéneos: medicina psicosomática, psicología, boxeadores, estadística, pintores y corredores de seguros. Tras la realización de esta tarea hubo un nuevo control del equipo de coordinadores con Pichón, quien finalizó con una exposición en la que participaron los miembros de los grupos heterogéneos y homogéneos.
Como saldo concreto de la experiencia quedó en el Instituto de Estadística, una secretaria para contactar a quienes desean informes y en el IADES proyectos para formar grupos de trabajo, los cuales funcionaron cierto tiempo. Pero el saldo más importante de la “Experiencia Rosario” fue la presentación de la metodología de Grupos Operativos de E. Pichón Rivière. La consigna fundamental en éstos era que el grupo pudiera pensar en las dificultades que tenía en la tarea, con el acento puesto en el desarrollo del Esquema Conceptual, Referencial y Operativo (ECRO) pertinente a cada grupo. Por ello los autores del trabajo “oficial” de la experiencia sintetizaron la misma diciendo: «Las finalidades y propósitos de los grupos operativos pueden resumirse diciendo que su actividad está centrada en la movilización de estructuras, estereotipadas a causa del monto de ansiedad que despierta todo cambio (ansiedad depresiva por abandono del vínculo anterior y ansiedad paranoide creada por el vínculo nuevo y la inseguridad consiguiente). En el grupo operativo coinciden el esclarecimiento, la comunicación, el aprendizaje y la resolución de tareas con la curación, creándose así un nuevo esquema referencial».
Los Grupos Operativos se introdujeron rápidamente en la enseñanza en las facultades de Medicina, Psicología y otras carreras. Los docentes, que no recibían entrenamiento en pedagogía, empezaron a realizarla en manejos de grupos: poder pensar sobre las dificultades del grupo en la tarea y, cómo se desarrollaba el ECRO apropiado para cada grupo. Esta terminología, como su técnica, se popularizó durante la década del sesenta.
Pichón Rivière fundó un año después la Escuela Privada de Psiquiatría Social que, con el tiempo, se transformó en la Escuela de Psicología Social. La importancia de su práctica y su pensamiento generó discípulos como F. Ulloa, J. Bleger, D. Liberman, E. Rolla y muchos otros de la siguiente generación, entre quienes podemos citar a Armando Bauleo y Hernán Kesselman. Estos, pertenecientes al campo del psicoanálisis, serán los agentes multiplicadores de esta nuevo abordaje grupal que se extendería hasta límites impensables en la década del sesenta.
(Fuente: http://www.topia.com.ar/articulos/enrique-pich%C3%B3n-rivi%C3%A8re-y-la-experiencia-rosario)